[dropcap type=”4″]E[/dropcap]ra una dominica pero no una hermana religiosa. No tenía ninguna posición de liderazgo en la Iglesia o la sociedad, pero fue una de las personas más influyentes del siglo XIV. Negoció la paz entre las ciudades-estado del centro de Italia. Ella exhortó al Papa Gregorio XI a regresar a Roma después de más de medio siglo en el que los Papas estuvieron exiliados en Avignon. ¿Quién hubiera imaginado que este vigésimo tercero de 24 hijos, nacida de Jacopo y Lapa Benincasa en Siena, tendría tan gran impacto en el mundo durante su vida y después? Todo esto lo hizo como persona laica.
Una Terciaria Dominica
Catalina de Siena estaba estrechamente asociada con los dominicos, tras haberse convertido en miembro de la Mantellate, una organización terciaria que asistía a miembros laicos a perseguir la santidad de la vida mientras permanecían en el mundo y allí fortalecido por el carisma, ejemplo y consejo de los frailes y hermanas dominicas.
En este año de la vida consagrada, es bueno honrar no sólo a los hombres y mujeres religiosas sino también los muchos laicos que están estrechamente asociados con sus carismas y apostolados. En este sentido, seguidores de San Francisco incluyen más de sus Frailes, Hermanas y Hermanas Pobres de Santa Clara; también hay laicos asociados conocidos como miembros de la Orden Franciscana Seglar. Del mismo modo, los Benedictinos tienen sus oblatos, Carmelitas su tercera orden, Pasionistas sus asociados. Por otra parte, los laicos que se asocian estrechamente con un instituto de vida consagrada no están llamados a la santidad menos que aquellos que pertenecen totalmente a cada instituto. De esta verdad, Santa Catalina de Siena es un buen ejemplo.
Más de ser un ‘grupi’
Los terciarios no tan solo pasan tiempo de vez en cuando con los religiosos o, cuando les es conveniente, se unen a ellos para la oración y jornadas de reflexión. Se convierten en terciarios solamente después de un tiempo de preparación formal, a menudo duran hasta cinco años o más, un tiempo de lectura, estudio y dirección espiritual, seguido por una ceremonia formal de profesión que, aunque no es un voto religioso, no obstante formaliza su asociación con un instituto específico.
Vestirse con un hábito religioso no es costumbre terciaria, aunque pueden conseguir permiso para ser enterrados en un hábito. A veces, sin embargo, llevan un signo distintivo o vestimenta, diseñado sólo para ellos, como fue el caso de Catalina, quien asumió una repisa en la que se ve a menudo en sus imágenes. Por supuesto, la ropa no hace a un santo; y la profesión terciaria no asegura la santidad. Sin embargo, una profunda atracción a un camino único de la espiritualidad cristiana y un esfuerzo diario para seguir ese camino, ayuda para imitar mejor a Cristo y para cumplir su vocación laical en Él. Esto fue cierto para Santa Catalina, y fue evidente en su labor apostólica y especialmente en su oración intensa.
Encontrando vida en la Liturgia Sagrada
Catalina vivió la mayor parte de su vida muy cerca a la Iglesia de Santo Domingo. Allí, desde la infancia, pasó muchas horas en oración, participó en la Misa diaria, recibió los sacramentos, recibió instrucción a través de la predicación Dominicana y de otras maneras entró en una amistad cercana con Jesús.
Fue profundamente atraída a vivir una vida solitaria, lejos del mundo, sabiendo que Jesús, en una visión, la había llamado para ser su esposa. Pero el Señor aclaró que iba a vivir su vocación en el mundo, donde combinaría oración y acción por el Reino de Dios.
Sabemos mucho acerca de esta santa popular de Siena por sus propios escritos, especialmente su libro conocido como “Diálogo” y también a través de las colecciones de sus cartas y oraciones. Hay tal profundidad teológica y espiritual en estos escritos que ella, junto con Santa Teresa de Ávila, se convirtieron en la primeras mujeres en ser declaradas como doctores de la Iglesia por el Beato Papa Pablo VI en 1970. Cualquier persona que usa sus oraciones para meditar pronto descubre comida rica para imaginación, alma, mente y corazón. Una profundidad teológica refleja el impacto de la Misa diaria, sus lecturas bíblicas y la predicación sólida en su vida, la cual ella absorbió como una esponja en agua. De estas fuentes litúrgicas su vocación y misión de Cristo fueron alimentadas constantemente. Y así puede ser para ti y para mí.
En la Iglesia hoy día, también aquí en nuestra propia diócesis, somos bendecidos por tener muchos laicos que, como Santa Catalina, diariamente se inspiran y apoyan en su amor a Dios y al prójimo al asociarse estrechamente con institutos religiosos. Damos gracias a Dios por cada uno de ellos en este Año de la Vida Consagrada, conscientes de cómo su fidelidad puede inspirarnos en nuestro único camino a la santidad en Cristo.