[dropcap type=”4″]H[/dropcap]ace quinientos años, en el año 1515, nació un hombre que el mundo llegaría a conocer como el apóstol de Roma y uno de los más divertidos santos de la Iglesia. En una época que necesitaba mucho de hombres y mujeres que pudieran superar la miseria espiritual y necesitaba reformadores entre sus sacerdotes para contrarrestar la corrupción del clero, fue conocido no sólo por su santidad, sino también por su humor. Mientras que el Concilio de Trento (1545-1563 AD) estaba enfrentando la confusión escandalosa de la reforma Protestante, él estaba ganando a amigos con su alegría contagiosa en el Evangelio de Jesús.
La clave al impacto de San Felipe Neri sobre la ciudad de Roma y sobre las ciudades y los pueblos más lejanos fue su aguda conciencia de los obstáculos para encontrar la felicidad en la vida.
Impedimientos a la alegría
El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) enumera cinco impedimentos a la alegría: indiferencia, ingratitud, tibieza, pereza espiritual y el odio de Dios (CIC 2094). Muchas personas en el siglo XVI, como hoy, no pudieron entender la sabiduría de esta enseñanza y así pues no reconocieron la santidad de Felipe Neri. Pero poco le importaba si se reían de él; lo que le importaba era ayudar a otros a descubrir cómo la virtud y la risa caminan juntos. Así que, consideremos brevemente lo que el Catecismo dice acerca de obstáculos a la felicidad.
“La indiferencia descuida o rechaza la consideración de la caridad divina (Ibid). La caridad de Dios es una realidad maravillosa; es tan inmensa que forma una puente entre lo temporal y la eternidad. Los Salmos cantan en varias ocasiones de la misericordia de Dios para ayudarnos a superar nuestra lentitud del corazón. Así fue que el Apóstol de Roma animó a jóvenes músicos como Giovanni Pierluigi da Palestrina a componer música sagrada que levantó el alma hacia el asombro y maravilla ante la belleza de Dios y su creación.
En segundo lugar, “La ingratitud omite o se niega a reconocer la caridad divina y devolverle amor por amor,” (Ibid). Felipe Neri fácilmente estaría de acuerdo con la Madre Angélica que, Si no estamos dispuestos a hacer el ridículo, no podemos esperar milagros”. Para aquellos que no creen en Dios, adoración parece ridículo, los Diez Mandamientos parecen lo opuesto al camino a la libertad y Humanae Vitae es etiquetado como una guerra contra las mujeres; pero a los que creen en Jesús, son expresiones de la caridad de Dios. San Pablo lo escribió de esta manera (1 Corintios 1:18), “El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden, pero para los que se salvan, es fuerza de Dios”.
‘El hombre más feliz del mundo’
En tercer lugar, “La tibieza es una vacilación o negligencia en responder al amor divino; puede implicar la negación a entregarse al movimiento de la caridad” (Ibid).
La poeta Phyllis McGinley llamó a Felipe Neri “el hombre más feliz del mundo” durante las turbulentas épocas de la reforma Protestante y la Contrarreforma Católica. Era un hombre de alegría porque se deleitaba cada día en el maravilloso amor de Dios. Tomaba tiempo para notar y alabar a Dios por su caridad en todas sus relaciones con la familia humana. Por experiencia, este sacerdote santo sabía lo fácil que es pasar por alto la bondad del Señor, caer en una dieta de pesimismo y sucumbir a la autocompasión; así que luchó con resistencia dinámica de alma y una sonrisa en su rostro contra éste y los otros cuatro impedimentos a la alegría.
En cuarto lugar, “La acedía o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino” (Ibid). Una vez que el corazón se cierra a la alegría y el esplendor del Señor, se convierte en ser radicalmente desorientado con respecto a su propia identidad. Esta desorientación fácilmente se convierte en oposición beligerante a las cosas de Dios y animosidad contra sus fieles seguidores. Por esta razón la persona que se deleita en el Señor en todo momento, como San Felipe Neri, se encuentra en contradicción con aquellos que se niegan a ver en sí mismos la imagen y semejanza de Dios y con quienes desprecian a aquellos que lo ven asi. En otras palabras, como el Catecismo enseña sobre el quinto opositor a la alegría, “El odio a Dios tiene su origen en el orgullo; se opone al amor de Dios cuya bondad niega y lo maldice porque condena el pecado e inflige penas” (Ibid).
Fundador del oratorio
Con el fin de compartir su felicidad con los demás y de dar testimonio aún más convincente de la alegría del Evangelio, San Felipe Neri, ante la insistencia de su confesor, aceptó la ordenación como sacerdote y pronto se hizo conocido como un confesor excepcional. Tenía el don de ser capaz de ver a través de las pretensiones de penitentes y con caridad y humor, llevarlos a la conversión genuina.
Poco a poco, un número de hombres que buscaban la santidad de la vida se sintieron atraídos por su manera jubilosa y formaron una comunidad alrededor de él en la que compartieron todas las cosas en común. Algunos de estos seguidores finalmente se unieron con él en fundar lo que él llamó el Oratorio, una Sociedad de Vida Apostólica Clerical. Aunque no es un instituto religioso, es comparable en muchos aspectos, con los rasgos de vida en común, la oración común y estímulo mutuo del uno al otro en el servicio a Dios y al prójimo.
En una época de ironía y sarcasmo, San Felipe Neri era un signo de contradicción porque era feliz, siempre gozándose en el Señor y dirigiendo a otros a descubrir su alegría. Porque en su corazón, cada persona quiere ser feliz, pero frecuentemente no sabe cómo, su actitud alegre movió muchos a preguntar, “¿Cuál es su secreto?” Su secreto era un corazón humilde y agradecido que amaba a Dios y que le servía con buen ánimo. ¿Podríamos tú y yo tratar de hacer lo mismo?