Cuando todavía era un adolescente, Raúl Castro acudió a una celebración del Día de Independencia en Douglas, Arizona, en la que el primer gobernador del estado, George W. Hunt, hizo el siguiente comentario — incluso según Castro, señalándolo a él mientras hablaba: “En este gran estado nuestro, cualquiera puede ser gobernador. Incluso uno de esos pequeños y descalzos niños mexicanos sentados allá podría algún día ser gobernador”.
Más tarde en 1974 Castro derrotó por 4,000 votos al empresario Russell Williams en las elecciones para gobernador de Arizona. Raúl Castro era un hombre de fe.
Desde su reciente muerte, la prensa estatal y nacional ha celebrado sus grandes logros profesionales, todos ellos admirables. Pero de lo que muy poco se ha hablado es de la fibra cristiana de la que estaba tejido el espíritu del único gobernador hispano que ha habido en el estado de Arizona.
Raúl Castro quedo huérfano de padre cuando tan solo tenía 12 años. Su madre, Rosario, tuvo que sacarlo adelante a él y a sus 11 hermanos. Desde entonces, tengo el presentimiento, de que la fe de su madre debió haber tenido una gran influencia en Castro. Tanto así que a los 40 años todavía temía presentarle a su madre una novia estadounidense pues — según mamá — esas mujeres “no eran buenas madres”. Fue la inmensa fe de Castro, la que durante toda su vida lo impulso siempre ha mejorar no solo su vida, sino además “las vidas de innumerables personas con las que estuvo en contacto”, según cuenta su nieto Donald Daley, III.
Ese legado de fe continúa hoy en la familia Castro. Y es así que desde que su debilitado estado de salud anticipaba ya su muerte, la familia Castro se acercó a la Iglesia para despedir al gobernador con la celebración, no de una sino de tres Misas en toda Arizona. Las dos primeras, serán Misas por el descanso de su alma, y se llevaran a cabo primero en Nogales, luego en Tucson. La Misa Funeraria del gobernador Castro tomó lugar a cabo en la Basílica de Santa María en Phoenix, el 16 de Mayo a las 9 a.m. Esta misa fue celebrada por el Obispo Thomas J. Olmsted.
Por Arizona han pasado grandes líderes hispanos que han dejado huella por su valerosa visión, arduo esfuerzo y logros transformadores, como los obtenidos por el activista Cesar Chávez, y también el gobernador Castro. Pero al recordarlos muy poco se habla de los ingredientes clave que permitieron a estos hombres se instrumentos de transformación para su comunidad: la fe en Dios y el amor por sus semejantes.