[dropcap type=”4″]E[/dropcap]n nombre de la igualdad y el amor, la unión que es base para la creación de una familia, célula básica de la sociedad, ha sido distorsionada y las repercusiones están por verse.
¿A quién le sorprende la reciente decisión de la Corte Suprema con respecto al matrimonio?. A mí no. Ciertamente, quienes buscaban redefinir el matrimonio habían estado ganado adeptos con una velocidad feroz en los últimos años. Y es lógico, porque el argumento utilizado para avanzar su causa había sido el del amor y la igualdad. ¿Quién no quiere que el amor triunfe?. ¿Quién no está de acuerdo con la igualdad?.
En realidad, las cosas no son tan sencillas. Para explicar el fallo de la Corte, el juez Anthony Kenedy sostuvo que la “dignidad humana” es inherente a la décimocuarta enmienda de la Constitución. Y que fue la “dignidad humana” la base de la decisión. Para mí, esta es ya una muestra de lo subjetiva que puede ser la interpretación de una ley. ¿Dónde está la dignidad humana de todos los inmigrantes que viven como ciudadanos de segunda clase, a la sombra de la sociedad? ¿Dónde está la dignidad humana del no nacido? Estos dos grupos ciertamente tienen dignidad humana. Lo que no tienen, es una poderosa maquinaria mediática y de cabildeo.
En nombre de la igualdad y el amor, la unión que es base para la creación de una familia, célula básica de la sociedad, ha sido distorsionada y las repercusiones están por verse. La pregunta con respecto al matrimonio heterosexual nunca fue ¿Por qué el estado discrimina cualquier otro tipo de matrimonio? No. La verdadera pregunta siempre fue: ¿Por qué el estado debe favorecer y privilegiar solamente al matrimonio heterosexual? Ojalá tuviera más de 400 palabras para darles la respuesta. Lo cierto es que frente a cualquier actividad humana el estado siempre ha tenido 3 opciones: prohibirlas, permitirlas, o incentivarlas.
El crimen por ejemplo está en la lista de lo prohibido. Y la mayor parte de los oficios se encuentran entre lo que está permitido. Pero el matrimonio entre un hombre y una mujer — una institución con innegables raíces religiosas — fue adoptado por el estado, e incentivado desde que tenemos registros históricos de la civilización. ¿La razón?. Solamente el matrimonio entre un hombre y una mujer dan lugar al ambiente más propicio para la formación de un niño o niña. No hay psicólogo o sociólogo, que se respete a sí mismo y sea capaz de negar que todo ser humano necesita de la amorosa influencia de un padre y una madre para crecer como una persona íntegra. Instintivamente eso lo sabemos todos, homosexuales y heterosexuales.
Y esto no es decir que aquellos que fueron criados solamente por su mamá, o solamente por su papá, no sean personas íntegras. Pero incluso una madre soltera puede corroborar la falta que le hace a un niño la presencia de un padre. Favorecer la unión con la mayor posibilidad de crear un ambiente óptimo para la formación de todo niño, ese es el verdadero amor que deberíamos estar defendiendo. Esa es la verdadera igualdad por la que vale la pena luchar.