[dropcap]L[/dropcap]a primera ciudadana Americana en ser canonizada fue una santa inmigrante a nuestro país y su vida fue dedicada al cuidado de los inmigrantes. Venir a América, sin embargo, no era lo que Francisca Cabrini tenía en mente cuando viajó de Milán a Roma en 1887 AD para reunirse con el sucesor de Pedro. Quería ser misionera en China. Desde el momento en que recibió el sacramento de la confirmación a la edad de ocho años, ella había soñado ser testigo de Cristo entre los chinos; y ese deseo sólo había crecido mientras discernía su llamado a la vida religiosa y escogió a San Francisco Javier como su patrón. Pero el Papa León XIII le dijo: “No vayas al Este, sino al Oeste, a Nueva York, en vez de China”. Instó a seguir la gran muchedumbre de emigrantes que salían de Italia cada semana hacia América.
En los 1880s, el cuidado de los inmigrantes era un motivo de preocupación de la Iglesia, especialmente del Papa León XIII y los obispos de América. Entre los decretos finales del famoso tercer Consejo plenario de Baltimore (que autorizó el desarrollo del bien conocido Catecismo de Baltimore) fue un llamado urgente de proporcionar instrucción religiosa para los inmigrantes en su lengua nativa. Los obispos también elogiaron a los distintos organismos y apostolados que asistieron a las necesidades sociales de las grandes olas de inmigrantes que llegaban a nuestras costas.
El Papa León y los obispos estadounidenses sabían de las dificultades que enfrentaban los inmigrantes: las duras condiciones que tuvieron que afrontar en su viaje a través del océano y a su llegada, su extrema pobreza y el fanatismo feo que encontraron con frecuencia y los peligros graves para la práctica de su fe. Ellos también sabían que, a través de los siglos, Dios había llamado repetidamente a su pueblo para ofrecer hospitalidad a extranjeros, y para estar particularmente atento a sus necesidades materiales y espirituales. Donde hay inmigrantes, allí debe estar la Iglesia para: dar la bienvenida, educar, ayudar y ser una voz para aquellos sin voz. Esta misión fue algo añorado por el corazón de la Santa Francisca Javiera Cabrini.
Después de su conversación con el Papa Leó XIII, entonces, la Madre Cabrini comenzó a hacer planes para servir a los inmigrantes italianos en América. Desde su llegada en 1889 AD hasta su muerte en 1917 AD, ella y los miembros del instituto religioso que fundó, las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús, se entregaron al servicio de los italianos que habían llegado recientemente aquí. Ella fundó orfanatos, abrió escuelas católicas, e inauguró hospitales y otras instituciones en Nueva York, luego Chicago, New Orleans, Denver, Los Ángeles, Seattle y otras ciudades en los E.U. sin dejar de mencionar sus obras en Centro y Sur América así como también en Inglaterra, Francia y España. Donde emigraron los italianos, ella y sus hermanas pronto siguieron, comprometidas para ver que ninguno de ellos perdiera su fe católica.
A pesar de su frágil salud, que había impulsado a dos institutos religiosos negar su admisión a sus filas, Francisca Cabrini cruzó el océano 25 veces y constantemente viajó por tren, carro y otros medios de transporte a través de los vastos territorios de América. Dondequiera que ella fue, fundó instituciones (67 en total) que pronto se convertirían en centros para satisfacer las necesidades sociales, educativas, sanitarias y religiosas de los inmigrantes. Ella fue verdaderamente una madre espiritual para ellos. En total, ella estableció 67 instituciones.
La Madre Cabrini sinceramente hubiese estado de acuerdo con lo que dijo el Papa Francisco a los inmigrantes y refugiados en la Plaza de la Independencia en Filadelfia este pasado septiembre: “Muchos de ustedes han inmigrado a este país a un gran costo personal, pero con la esperanza de construir una nueva vida. No se desanimen por las dificultades que tengan que afrontar. Les pido que no olviden que, al igual que los que llegaron aquí antes, ustedes traen muchos dones a esta nación. … Pienso, en particular, en la vibrante fe que muchos de ustedes poseen, en el profundo sentido de la vida familiar y los demás valores que han heredado. Al contribuir con sus dones, no solo encontrarán su lugar aquí, sino que ayudarán a renovar la sociedad desde dentro. …”.
¿Qué fue lo que motivó a la Santa Francisca Javiera Cabrini a dedicar su vida al servicio de los inmigrantes? Sin duda su amor por el Sagrado Corazón de Jesús fue un constante fuego espiritual en su corazón, y la exhortación del Papa León XIII reforzó su confianza en que el cuidado de los inmigrantes era la voluntad de Dios para ella. Además, ella fue motivada por su aguda conciencia que la hospitalidad a los extranjeros ocupa un lugar central en las Sagradas Escrituras y la entera tradición Judeo-Cristiana. Dar la bienvenida al extranjero es un acto de caridad y más; es parte integrante de nuestra identidad en Cristo. Dice Jesús (Mateo 25: 35-40), “estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver. … Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”.
El Papa León XIII no tan solo instó a la Madre Cabrini a servir a los inmigrantes en los Estados Unidos, es también el primer Sucesor de Pedro en emitir una encíclica, Rerum Novarum, que habla del derecho de una persona a emigrar para mantener a su familia. El Papa Francisco emitió una declaración similar en nombre de los inmigrantes en su reciente mensaje durante el 101 Día Mundial de los Migrantes y Refugiados, publicado el 3 de septiembre del 2015. Tal vez con la Madre Cabrini en mente, escribió, “desde el comienzo, la Iglesia es madre con el corazón abierto al mundo entero, sin fronteras. Este mandato abarca una historia de dos milenios. … Todo esto adquiere hoy un significado especial. De hecho, en una época de tan vastas migraciones, un gran número de personas deja sus lugares de origen y emprende el arriesgado viaje de la esperanza, con el equipaje lleno de deseos y de temores, a la búsqueda de condiciones de vida más humanas. No es extraño, sin embargo, que estos movimientos migratorios susciten desconfianza y rechazo, también en las comunidades eclesiales, antes incluso de conocer las circunstancias de persecución o de miseria de las personas afectadas. … sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor”.
La vida y el testimonio de la Santa Francisca Javiera Cabrini nos desafía a tí y a mí a dar la bienvenida al extranjero en nuestro día. Los refugiados y los inmigrantes que llegan a Arizona hoy día vienen con graves necesidades de asistencia no diferente a los que dirigió la Madre Cabrini. Ojalá sigamos su ejemplo de la hospitalidad para los inmigrantes y refugiados, por amor al Sagrado Corazón de Jesús. ✴