[dropcap]E[/dropcap]l Papa Francisco dice que conocemos a Jesús mejor a través de Sus heridas, las heridas encontradas en Sus hermanos y hermanas en necesidad; y servimos a Jesús mejor al ser un canal de Su gozo y misericordia. Sin duda esto era cierto para el Santo que la Iglesia honra el 31 de enero, San Juan Bosco.
En su Exhortación Apostólica, la Alegría del Evangelio, el Santo Padre escribe (5): “Nuestra alegría cristiana bebe de la fuente de su corazón rebosante. Él promete a los discípulos: ‘Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría’ (Juan 16:20).
La paradoja de la alegría cristiana es que aumenta en la medida en que compartimos en los dolores y las dificultades de los demás, por amor a Jesús. Juan Bosco lo hizo con notable éxito, inicialmente al aprender del ejemplo de su madre, quien quedó viuda sólo dos años después del nacimiento de Juan. Estaba convencida que sus tres hijos: Juan, su hermano mayor José y su hermanastro Antonio — necesitaban más que una madre que trabajaba duro. Necesitaban a una madre que estaba alegre al trabajar, alegre mientras los cuidaba y enfrentaba las dificultades de la vida.
Nació en Castelnuovo d‘Asti, Italia, el 16 de agosto de 1815 y debido a la inspiración de su madre, a una edad joven, Juan entretuvo a los niños pobres de su barrio al aprender de un viajero cómo hacer malabares, trucos de magia, caminar la cuerda floja y otras cosas imaginativas y divertidas. Sus actuaciones no fueron gratis, sin embargo. Los espectadores tenían que recitar el Rosario juntos y escuchar un pequeño sermoncito.
Sin un padre que pagara por su educación, este futuro Santo trabajó para un sastre, un zapatero, un herrero y un número de otros artesanos. Con la ayuda de su alegre disposición, él hizo amigos con una gran variedad de personas, especialmente entre aquellos que eran pobres como su propia familia. También aprendió que el trabajo duro realizado con alegría, tras el ejemplo de su madre, le preparó para tener éxito en sus estudios del seminario. Después de superar lo que parecieron obstáculos insuperables, Juan fue ordenado al sacerdocio en la ciudad italiana de Turín el 5 de junio de 1841. Pronto después de eso, él descubrió, en los barrios recientemente germinados de la ciudad, las heridas y las injusticias creadas por proyectos iniciales de la Revolución Industrial. Allí aprendió sobre talleres clandestinos con equipo peligroso, salarios de hambre, mano de obra infantil y otras prácticas humanamente degradantes.
Con compasión en su corazón y una sonrisa en su rostro, el joven Padre Bosco soñaba con formas innovadoras para llegar a los jóvenes de los barrios de Turín. Ya que la mayoría de las fábricas cerraban los domingos, decidió enseñar a los jóvenes a hacer el día del Señor uno de diversión, descanso y oración. Reuniéndose en un lote vacío de la ciudad, una capilla del cementerio sin usar, o cualquier espacio que pudiera encontrar, escuchaba confesiones, celebraba la Misa y luego llevaba a un gran número de jóvenes que venían a él a caminatas por el campo, o a juegos y concursos organizados. De ese modo construyó amistades, transmitió las verdades de la fe, restaurando en cada joven un sentido de su dignidad y haciendo atractivo para ellos la alegría y la misericordia del Señor.
A través del Padre Bosco, los jóvenes descubrieron la verdad que el Papa Francisco mencionó cuando llamó por el Año Jubilar de la Misericordia: “La misericordia es un manantial de alegría, serenidad y paz”. Pocos años después de que el Padre Bosco empezó su apostolado del domingo entre los niños de los barrios de Turín, comenzó un orfanato; luego unos años después, una escuela de comercio; y poco después una red de escuelas y dos institutos religiosos (uno para hombres y otro para mujeres) para ampliar sobre el trabajo que el Señor le había motivado a empezar cuando él descubrió y respondió con caridad a las heridas y las injusticias de los pobres.
La razón por la que Santos cambian las vidas de las personas y transforman la cultura, dice el Papa Francisco, es que, en lugar de retirarse de los barrios y de los pobres en los márgenes de la sociedad, entran en las profundidades de la misericordia compartiendo los sufrimientos y dolores que encuentran allí. Esto es lo que el Señor nos invita a tí y a mí a hacer durante el Año Jubilar de la Misericordia. Inspirados por los hombres y mujeres como San Juan Bosco, podemos empezar al ser atentos a las necesidades de los demás y responder a ellos en forma agradable y atractiva. El Señor quiere llamar a otros a Él por medio de la alegría que Él pone en nuestros corazones y en los corazones de todos los que se convierten en Sus discípulos.