Por Rhina Guidos
Catholic News Service
LOLOTIQUE, El Salvador (CNS) — Mientras centenares de salvadoreños de todo el país atestaban el pueblo rural de Lolotique durante la Pascua, oficiales de la Iglesia Católica daban sepultura al sacerdote de 36 años de edad que fue asesinado violentamente durante la Semana Santa — la víctima más reciente de una interminable ola de violencia que plaga el país.
Los oficiales oficiaron la Misa fúnebre del 1 de abril para el P. Walter Vásquez Jiménez, sacerdote de la Diócesis de Santiago de María en el este de El Salvador, en su nativo Lolotique, pueblo pintoresco con raíces indígenas. Al son de tambores y marimbas y dentro de un círculo repleto de pétalos de flores en el piso frente al altar de la Parroquia Santísima Trinidad en Lolotique, el ataúd del P. Vázquez estaba rodeado por su madre, amigos, feligreses, el único cardenal del país y cuatro obispos.
“Él se dirigía a una Misa, que ahora no celebrará, pero él celebrará en presencia de Dios”, dijo a Catholic News Service su primo, José Díaz Vásquez, uno de los miles que atestaron la plaza frente a la iglesia para recordar al sacerdote.
El P. Vásquez se dirigía a celebrar la Misa de Jueves Santo en el departamento de San Miguel el 29 de marzo, horas después de renovar sus votos sacerdotales durante una Misa Crismal, cuando un grupo de hombres enmascarados armados detuvieron el automóvil en que viajaban él y algunos feligreses. A los pasajeros les robaron a punta de arma y el sacerdote recibió un disparo fatal.
El incidente recuerda al asesinato del Beato Oscar Romero, el arzobispo salvadoreño quien fue martiro durante celebrando la Misa en 1980, y quien será canonizado después en este año.
El asesinato ha perturbado a los oficiales de la Iglesia Católica, quienes dicen que todavía no saben qué motivó el asesinato ni lo que eso significa para la Iglesia. Muchos creen que pandilleros mataron al sacerdote, pero se desconoce los detalles de qué llevó al asesinato y las autoridades eclesiásticas están pidiendo respuestas, no solo por el asesinato del sacerdote, sino también por los delitos desenfrenados que sufren los pobres del país diariamente. Muchos de estos delitos nunca son procesados.
“Condenamos todos los actos de violencia que son cometidos contra nuestro pueblo y que llevan a homicidios, tal como el cometido contra el P/ Walter Vásquez”, decía un comunicado del 30 de marzo de los Padres Estefan Turcios Carpano y Luciano Ernesto Reyes García, director y director auxiliar de la oficina de Tutela Legal de Derechos Humanos de la Arquidiócesis de San Salvador.
La oficina exigió que las autoridades investiguen, capturen y enjuicien a los responsables del asesinato del P. Vázquez y a los responsables por la violencia general que sufre El Salvador.
Sacerdotes y obispos han condenado repetidamente la violencia desenfrenada del país.
El P. Turcios, quien sirve en Soyapango, ciudad cerca de San Salvador que sufre violencia pandillera, dijo que hay mucho que todavía no se sabe sobre el caso del P. Vásquez, pero él se ha expresado sobre las situaciones económicas desiguales que han llevado a la guerra y ahora a una cultura de violencia en las zonas pobres de El Salvador, como la que él sirve.
El asesinato de Semana Santa del P. Vásquez le trajo al P. Turcios recuerdos de la violencia en torno al asesinato de 1977 del Padre jesuita Rutilio Grande, el primer sacerdote católico asesinado antes de la guerra civil del país. Y también a algunos de los feligreses del P. Turcios, que al principio se preocupaban por la participación en actividades religiosas al aire libre durante la Semana Santa después de las noticias del asesinato del P. Vásquez.
El cardenal salvadoreño Gregorio Rosa Chávez le pidió a los reunidos para el funeral que pensaran sobre el asesinato. “¿Qué está intentando decirnos como país?”, preguntó.
“En este país la vida no significa nada”, dijo secamente. “Respetemos la vida … derrotemos nuestros miedos”.
El cardenal le pidió a la multitud que trabajara para “proteger a los jóvenes para que no estén en las garras del vicio y la violencia”.
El Arzobispo José Luis Escobar Alas de San Salvador caminó cerca del ataúd del sacerdote asesinado, decorado encima con un ramo de flores púrpuras, mientras era llevado a la iglesia, bandas tocaban y la multitud cantaba himnos y canciones populares.
En 2016 el arzobispo escribió una escueta carta pastoral sobre la ascendente violencia del país. La Iglesia, a través de sus programas, ha intentado involucrar a los jóvenes del país, particularmente a los niños que podrían convertirse en víctimas o ser iniciados en las pandillas, para buscar un camino de paz.
Oficiales eclesiásticos como el P. Turcios y el Arzobispo Escobar culpan la historia de injusticia económica del país por su más reciente episodio de violencia a gran escala manifestada por las pandillas, periodo que comenzó poco después de que la guerra civil de 12 años del país terminara en 1992.
Desde la década de 1990 la violencia desenfrenada ha devastado la nación centroamericana, considerada uno de los países más peligrosos que no están en guerra.
El cardenal dijo durante la Misa que no importa quién haya asesinado al P. Vásquez ni porqué, pero que la violencia tiene que detenerse.
“No podemos continuar de esta manera”, dijo. “El mundo está observándonos. … Derrotamos la guerra. ¿Por qué no podemos derrotar este otro tipo de guerra?”.