Sus vocaciones primaria siempre será como esposos y padres, pero seis hombres ya tienen un nuevo titulo: Diácono.
Los nuevos diáconos son Antonio Álvarez, Martín Gallo, Jim Myers, Catarino Portillo, Stephen Schmidt y Jeff Strom, quienes fueron ordenados el 3 de noviembre en la Catedral SS. Simón y San Judas por el Obispo Thomas J. Olmsted.
Dentro del marco de una solemnísima celebración Eucarística, los nuevos diáconos recibieron la sagrada orden, lo cual fue presenciado por sus respectivas familias, así como por cientos de fieles que llenaron el santo recinto.
La Santa Misa fue concelebrada por el Obispo Auxiliar, Eduardo A. Nervares, por más de 20 sacerdotes y alrededor de 40 diáconos; todo se llevó a cabo en un ambiente de júbilo, fervor y devoción.
Una de las lecturas fue en español, y durante su homilía el Obispo Olmsted dirigió unas palabras en este idioma de Cervantes, como una atención especial a las decenas de hispanoparlantes ahí presentes.
Tras su ordenación los nuevos diáconos fueron asignados a diferentes parroquias alrededor de la diócesis, donde administran los sacramentos del Bautismo y el Matrimonio, asimismo realizan los servicios funerales, y durante las Misas encabezan las procesiones llevando en alto el Misal, luego dan lectura al Santo Evangelio, dan la Comunión y al final purifican los vasos sagrados. Los diáconos se distinguen por colocarse la estola cruzada al pecho, y no siempre visten la casulla. No pueden celebrar Misa ni confesar, pero su ministerio tiene tanto valor que forman parte de la jerarquía del Clero, colocándose solo por debajo de los sacerdotes.
Tras concluir la lectura del Evangelio y antes de dar inicio la homilía, como parte del rito de ordenación el director diocesano del Diaconado, el Diácono James Trant, presentó los candidatos al obispo y pidió su ordenación, ante la expectación de los feligreses entre los que había hombres y mujeres, niños, jóvenes, adultos y ancianos.
“Muy Reverendo Padre, la santa Madre Iglesia le pide ordenar a estos hombres a la responsabilidad del diaconado”, expresó el Diácono Trant mientras los candidatos estaban de pie.
Tras dos alocuciones más el prelado diocesano dijo como parte del rito: “Confiando en la ayuda del Señor Dios y nuestro Salvador Jesucristo, elegimos a estos hermanos nuestros para la Orden del Diaconado”.
Acto seguido el Obispo Thomas J. Olmsted inició su discurso homilético, dirigiéndose de manera especial a los que minutos después serían ordenados diáconos y a sus familias.
Pidió a todos reflexionar sobre el sagrado ministerio del diaconado; a los candidatos les recordó que “servirán a Cristo unidos al obispo y los sacerdotes … y ofrecerán oraciones cada día por la Iglesia y deberán servir a los demás”.
A los feligreses les dijo su pastor diocesano: “Ustedes pueden reconocer en ellos [los nuevos diáconos] a los verdaderos discípulos de Cristo, que no vino s ser servido sino a servir a los demás”.
Solicitó a los ordenandos dar testimonio del bien y estar siempre llenos del Espíritu Santo, y “desempeñar con verdadera caridad el ministerio de Cristo sin buscar sus propios intereses sino el de Jesucristo”.
Concluida la homilía se prosiguió con el rito. El Diácono Doug Bogart, director asociado de Educación y Formación del Diaconado, fue nombrando y llamando uno a uno al altar a los que serían consagrados.
Así, individualmente se arrodillaron ante el Obispo Olmsted, a quien le prometieron fidelidad y obediencia, y de esa forma hicieron el juramento sagrado a Dios.
El obispo les preguntó uno a uno: “¿Prometen respeto y obediencia a mí y a mis sucesores?”; a lo que ellos respondieron también de forma individual: “Sí”.
Enseguida vinieron dos partes del rito, quizás las más revestidas de solemnidad: la postración de los seis ordenandos con el rostro al piso, mientras el pueblo de Dios encabezado por sus pastores entonaban la Letanía de todos los Santos en latín.
Vino luego la imposición de las manos en la cabeza de cada uno de los seis varones de Dios por parte del obispo, confiriéndoles así el Orden del Diaconado. Enseguida sus familiares y algunos sacerdotes les pusieron la estola y la casulla.
Continuó la Santa Misa y los seis nuevos diáconos permanecieron en lo sucesivo al lado de los Obispos Olmsted y Nevares; también participaron en la distribución de la sagrada Comunión.
Cada uno de los nuevos ministros del altar estuvo acompañado de su esposa, hijos y otros familiares cercanos.
“Me siento muy orgulloso de mi hijo, creo que toda la familia nos sentimos contentos, pero sobre todo agradecidos con Dios”, expresó Catarino Portillo, padre del Diácono Catarino.
Emocionado hasta las lágrimas y mientras daba la bendición a personas que se lo solicitaban, el Diácono Martín Gallo dijo: “Hoy es un gran día para mí, le doy gracias a Dios por esta bendición tan grande, con su ayuda ejerceré mi ministerio según su voluntad”.
Por su parte René Álvarez, hijo del Diácono Antonio, declaró: “Mi papá es para mí motivo de orgullo pero sobre todo de mucha inspiración; su diaconado es para toda nuestra familia una gran bendición”.
La señora María Coria, quien es feligrés de la Parroquia San Gregorio, comentó al término del magno acontecimiento diocesano: “Ninguno de los nuevos diáconos fue asignado a mi parroquia, pero lo más importante es que son diáconos de todos, son diáconos permanentes de la Diócesis de Phoenix a la que pertenecemos, así que los apoyaremos y oraremos por ellos”.
La señora María Coria, quien es feligrés de la Parroquia San Gregorio, comentó al término del magno acontecimiento diocesano: “Ninguno de los nuevos diáconos fue asignado a mi parroquia, pero lo más importante es que son diáconos de todos, son diáconos permanentes de la Diócesis de Phoenix a la que pertenecemos, así que los apoyaremos y oraremos por ellos”.