El apoyo de la familia, fundamental para el Diácono Martín Gallo
El hecho de que su madre le inculcara el rezo del Rosario diariamente y asistir a Misa con frecuencia, fue crucial para que el Diácono Martín Gallo escuchara el llamado de Dios y llegara un día a convertirse en diácono.
Ese día llegó el 3 de noviembre cuando el Diácono Gallo, quien es originario de Jalisco, México, recibió la Orden del Diaconado de manos del Obispo Thomas J. Olmsted, durante una ceremonia religiosa efectuada en la Catedral SS. Simón y San Judas. Ahora es diácono al servicio de la Diócesis de Phoenix en la Parroquia en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en Glendale. El nuevo diácono estuvo acompañado por su esposa Angélica, así como sus hijos Jesús, María, Martín, Jr., y Lazmhy.
El Diácono Gallo, de 51 años, es oriundo de la cuna de los Cristeros, creció en el seno de una familia profundamente religiosa, donde su señora madre les inculcó el amor a Dios y una gran devoción por la Virgen María. Les enseñó la importancia de asistir a Misa siempre que sea posible y, además, el rezo del Santo Rosario todos los días, devoción que hasta la fecha conservan tanto él como su mamá, quien ahora cuenta con 92.
Un camino sinuoso
Sobre la importancia del apoyo de su familia en este caminar — desde su llamado, su discernimiento y formación — el diácono recién ordenado dice en breve entrevista con El Sol Católico.
Otro factor que influyó para escuchar el llamado de Dios al diaconado fue el hecho de que al menos un sacerdote le cerró las puertas y lo desanimó en su intención de abrazar ese ministerio. Al respecto, el Diácono Martín Gallo reveló que para él la preparación previa al diaconado fue particularmente difícil, un camino realmente sinuoso. Pero la fortaleza que Dios le dio y el apoyo de su familia le ayudaron a superar todas esas vicisitudes.
“La preparación para el diaconado son cinco años, pero la mía fue de 10 años”, cuenta el entrevistado, quien dice sentirse profundamente agradecido con Dios por haberlo elegido para servirle como diácono.
Agregó que algunas personas le cerraban las puertas y le negaban su apoyo, pero su familia siempre estuvo ahí para apoyarlo, sobre todo su esposa.
“Además en todo esto la oración es la clave … ir a Misa, comulgar, visitar el Santísimo, rezar la Liturgia de las Horas y el Rosario, eso nunca debe faltar”, recalcó.
Por último, contó que su hija Lazmhy, ahora de 20 años, desde hace 10 comenzó a ayudarle con las tareas que le dejaban en sus clases del diaconado, además le ayudaba a preparar sus homilías en inglés y otras cosas. “Hasta la fecha todavía me sigue apoyando”, dijo el diácono.
Como anécdota cuenta que él algún día creyó que podría ser sacerdote, incluso fue enviado por sus padres al seminario allá en Guadalajara, pero tras tres años se dio cuenta que no era su vocación y se salió.
Dice que desde entonces tenía la semilla en su corazón que en su adultez llegó a germinar, sobre todo cuando con la guía de otro sacerdote se dio cuenta que Dios lo llamaba al ministerio del diaconado y ahora ese sueño se volvió realidad.
Mientras tanto su esposa Angélica manifestó: “El apoyo de la esposa para un diácono desde que está en su formación es fundamental. Por Martín siempre estoy orando, le pido a Dios por él sabiduría y paciencia, y sobre todo que tenga amor al prójimo”.