VATICANO (ACI Prensa) — La Sala Regia del Palacio Apostólico del Vaticano acogió en la tarde del 23 de febrero una liturgia penitencial presidida por el Papa Francisco al que han asistido los cardenales, obispos, superiores de órdenes religiosas y demás participantes en el Encuentro sobre la Protección de Menores.
Durante la confesión de faltas, una de las partes centrales de la liturgia, se ha reconocido la culpa de los miembros de la Iglesia en los abusos y se ha pedido perdón a los abusados.
“Confesamos que obispos, sacerdotes, diáconos y religiosos en la Iglesia hemos ocasionado violencia a niños y jóvenes, y que no hemos protegido a quienes más necesitaban de nuestra ayuda”.
También se ha confesado “que hemos protegido a los culpables y hemos silenciado a los que han sufrido el mal”.
“Confesamos que no hemos reconocido el sufrimiento de muchas víctimas, ni hemos ofrecido ayuda cuando la necesitaban”, ha reconocido cardenales, obispos y demás participantes en la liturgia penitencial, dirigido por el Cardenal John Dew, de Wellington, New Zealand.
El Arzobispo Philip Naameh, de Tamale, Ghana, pronunció la homilía en la que recordó que “el Señor nos ha confiado la gestión de los bienes de la salvación, confía en que cumpliremos su misión, proclamaremos la Buena Nueva y ayudaremos a establecer el reino de Dios”.
Sin embargo, preguntó: “¿Hacemos justicia a lo que se nos ha confiado? Sin duda, no podremos responder a esta pregunta con un sí sincero”, reconoció.
“Con demasiada frecuencia hemos callado, hemos mirado para otro lado, hemos evitado los conflictos, hemos sido demasiado petulantes para enfrentarnos a los lados oscuros de nuestra Iglesia”.
De este modo, “hemos derrochado la confianza depositada en nosotros, especialmente en lo que se refiere a los abusos en el ámbito de la responsabilidad de la Iglesia, que es ante todo nuestra responsabilidad. No hemos brindado a las personas la protección a la que tienen derecho, hemos destruido las esperanzas y las personas han sido vejadas masivamente tanto en cuerpo como en alma”.
En su homilía, recurrió a la lectura evangélica del hijo pródigo. En este sentido, recordó que “el hijo pródigo en el Evangelio lo pierde todo, no solo su herencia, sino también su estatus social, su buena posición, su reputación”.
“No debemos sorprendernos si sufrimos un destino similar, si la gente habla mal de nosotros, si hay desconfianza hacia nosotros, si algunos amenazan con retirar su apoyo material. No debemos quejarnos de ello, sino preguntarnos qué debemos hacer de forma diferente”.
“Nadie puede eximirse, nadie puede decir: ‘pero yo personalmente no he hecho nada malo’. Somos una fraternidad, somos responsables no solo de nosotros mismos, sino también de todos los demás miembros de nuestra fraternidad, y de la fraternidad en su conjunto”, concluyó.
Por otra parte, durante la reflexión previa al examen de conciencia, el Papa Francisco señaló que “la parábola del padre misericordioso nos muestra que Dios ofrece el perdón y la esperanza. El hijo que abandonó al padre, sin embargo, no puede permanecer alejado, sino que debe reconocer su culpa, arrepentirse y regresar al Padre”.
“Durante tres días hemos hablado entre nosotros y hemos escuchado las voces de las víctimas sobrevivientes sobre los crímenes que los niños y jóvenes han sufrido en nuestra Iglesia”.
“Nos hemos preguntado: ¿cómo actuar con responsabilidad y qué pasos debemos dar ahora? Pero para afrontar el futuro con ánimo renovado, debemos decir, como el hijo pródigo: ‘Padre, he pecado’”.
Explicó que “hemos de examinar qué acciones concretas se necesitan para las Iglesias particulares, para los miembros de nuestras Conferencias Episcopales, para nosotros mismos. Esto requerirá que miremos con honestidad la situación en nuestros países y en nuestras propias acciones”, finalizó.