Los Trascendentales
Primer de un Serie
El corazón humano es una realidad única; nunca puede estar vacío. Siempre deseará y buscará la verdad, la bondad y la belleza. Cada persona en todas las épocas y lugares creyera o no en Dios, siempre se ha esforzado por lo que pensaba era verdad, bueno y hermoso.
En las tradiciones filosóficas que se remontan a Platón y también en la tradición Católica, la Verdad, la Bondad y la Belleza, se llaman los trascendentales. No sólo “trascienden” o existen independientemente de las cosas materiales, sino que cuando prestamos atención y tratamos de detectarlas en el mundo físico, nuestro corazón y nuestra mente pueden ser atraídos hacia arriba a Dios. Los Trascendentales nos dan vislumbres de lo que es espiritual. Nos señalan que hay algo mucho más allá de nosotros mismos. Piense en un momento en el que una persona esté escuchando atentamente música hermosa. Desde un punto de vista natural, la música es vista como sólo vibraciones en el aire llegando a nuestros oídos y estimulando nuestros sentidos. Pero ¿cómo es que la música tiene el poder de tocar profundamente los corazones de los oyentes?
El anhelo más profundo del hombre
Al crearnos a Su imagen y semejanza, Dios ha puesto en nuestro corazón un deseo de perfección y plena realización. Nunca estaremos satisfechos con un poco de verdad, un poco de bondad y un poco de belleza. Siempre desearemos, incluso anhelando, la verdad, la bondad y la belleza sin límites. Nuestra mente quiere no sólo algo de verdad, sino toda la verdad; nuestra voluntad quiere no sólo algo bueno, sino todo el bien; y nuestro corazón quiere no sólo un poco de belleza, sino toda la belleza. La realidad, sin embargo, es que vivimos en un mundo caído donde nunca encontraremos la verdad, la bondad o la belleza perfectas, excepto con la ayuda de la gracia de Dios.
El futuro Beato Arzobispo Fulton J. Sheen explicó este anhelo espiritual por el Eterno de la siguiente manera: “El corazón humano no tiene la forma de un corazón de San Valentín, perfecto y regular en el contorno; es ligeramente irregular en forma como si un pequeño pedazo de ella se faltaba de su lado. … Puede muy bien significar que cuando Dios creó cada corazón humano, guardó una pequeña muestra de Él en el cielo, y envió el resto al mundo del tiempo, donde cada día aprendería la lección de que nunca podría ser realmente feliz, que nunca podría estar realmente totalmente enamorado, que nunca podría ser realmente de corazón entero hasta que recayó en Cristo Resucitado en una Pascua eterna, hasta que volvió a lo intemporal para recuperar la muestra que Dios había guardado para ella desde toda la eternidad” (“Manifestación de Cristo”).
Los Trascendentales: Retazos de la luz divina
Al desear estas cosas, el hombre realmente desea a Dios porque es todo esto: Verdad, Bondad y Belleza. Al anhelar poseer la Verdad, la Bondad y la Belleza, estamos buscando a Dios porque se encuentran en Dios como absolutos. Dios no tiene estos atributos; Él es Verdad, Bondad y Belleza. Así que, cada vez que nos encontramos con la bondad, por ejemplo, la sonrisa inocente de un niño, vemos algo que apunta a la esencia de Dios mismo. Lo mismo ocurre con la Belleza; la vista de una hermosa puesta de sol también apunta a Dios. No es sólo hermoso, es belleza. Todo lo que es hermoso lo refleja de alguna manera. Del mismo modo, todo lo que es verdadero apunta a Dios. C.S. Lewis compara la verdad, la bondad y la belleza que experimentamos en la tierra con los “retazos de la luz divina” aquí en la “Tierra de Sombras”
Los Trascendentales están intrínsecamente entrelazados; donde hay verdad, también hay belleza y bondad. Por lo tanto, dice el Catecismo: “La práctica del bien va acompañada de un placer espiritual gratuito y de belleza moral. De igual modo, la verdad entraña el gozo y el esplendor de la belleza espiritual. La verdad es bella por sí misma” (CIC 2500).
De hecho, la Verdad, la Bondad y la Belleza son una en la Persona de Jesucristo. Recordemos la escena evangélica donde Pilato interroga a Jesús acerca de la verdad, Pilato dice: “¿Qué es la verdad?” sin darse cuenta de que “la Verdad” lo está mirando literalmente a la cara. Jesús también reveló a Pilato la “bondad” de su Reino, un Reino no de poder y violencia terrenales, sino de paz y amor trascendentes (Jn 18:36-28). Incluso el carácter de Cristo bajo el peso del terrible sufrimiento es “hermoso” de contemplar; no de ira o miedo, sino de auto posesión, fuerza y confianza en el Padre. Jesús es la encarnación misma de la Verdad, la Bondad y la Belleza. Por lo tanto, cuando buscamos “retazos” de estos en el aquí y ahora, realmente estamos buscando a Cristo mismo. Si es el fin hacia el que nos esforzamos, entonces también es el medio por el cual lo alcanzamos. Todo lo que es verdadero, bueno y hermoso tienen su fuente en Cristo y nos llevan a Él.
El Papa San Juan Pablo II escribió: “En realidad, es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad; es Él quien os espera cuando no os satisface nada de lo que encontráis; es Él la belleza que tanto os atrae; es Él quien os provoca con esa sed de radicalidad que no os permite dejaros llevar del conformismo; es Él quien os empuja a dejar las máscaras que falsean la vida; es Él quien os lee en el corazón las decisiones más auténticas que otros querrían sofocar” (Homilía del 19 de agosto del 2000).
Un camino para las opciones de la vida
En la cultura relativista actual, los trascendentales se minimizan y socavan. Se ha producido un cambio engañoso en el enfoque: ahora, los verdaderos, buenos y hermosos no se centran en Dios, sino en sí mismos. Como consecuencia, la verdad se convierte en lo que hacemos de ella: “Tú tienes tu verdad y yo tengo la mía.” La belleza objetiva se trata como si no existiera; es simplemente una cuestión de opinión personal: “La belleza está a los ojos del espectador”. La bondad intrínseca también es negada; lo bueno es sólo “lo que es la mejor opción para mí”.
Ahora, más que nunca, debemos protegernos de comprometer a los Trascendentales. El Papa emérito Benedicto XVI en un discurso dirigido a los obispos de los Estados Unidos en 2012 advirtió: “Cuando una cultura busca suprimir la dimensión del misterio último y cerrar las puertas a la verdad trascendente, inevitablemente se empobrece y se convierte en presa de una lectura reduccionista y totalitaria de la persona humana y de la naturaleza de la sociedad, como lo intuyó con gran claridad el Papa Juan Pablo II”.
Viviendo en una sociedad tan secularista, existe el peligro de acostumbrarnos a perseguir cosas que son menos verdaderas, buenas y hermosas. Incluso si nuestro corazón está hecho para la Verdad, la Bondad y la Belleza, podemos caer en el peligro de acomodarnos a lo falso, lo malo y lo feo. Nadie elige lo que cree que es malo. Sin embargo, podemos encontrarnos buscando sólo un bien aparente. Las malas decisiones se pueden tomar debido a la comprensión defectuosa de los valores reales. La historia del pecado de Adán y Eva ilustra cómo sucedió esto: “Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer”, (bondad) “agradable a la vista”, (belleza) “y deseable para adquirir discernimiento”, (verdad) “tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió” (Gén 3:6)
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que “Todas las criaturas poseen una cierta semejanza con Dios, muy especialmente el hombre creado a imagen y semejanza de Dios” (41). Aquí se nos ofrece una lección muy valiosa: A través de los trascendentales, se nos da la increíble oportunidad de tener una visión de Dios aquí en la tierra.
En las próximas ediciones del Sol Católico, exploraremos, a su vez, la Verdad, la Bondad y la Belleza, y el camino que proporcionan para tomar nuestra vida en decisiones. Caminemos juntos por el camino que encuentra su realización en Cristo.