por Padre Ernesto Reynoso, JCL
Parochial Administrator
Our Lady of Perpetual Help, Glendale
Hay cada vez más interés alrededor del mundo por la celebración del Día de los Muertos, ejemplificado por dos películas de dibujos animados acerca de este tema: El libro de la vida y Coco. Pienso que esta fascinación con la celebración del Día de los Muertos es la oportunidad más prudente para hablar libremente sobre la muerte sin sentirse vulnerables.
El elemento central de la celebración son los altares, que también se conocen como ofrendas, que se dedican a personas que ya no están con nosotros. Estos son muy personales y son hechos con pertenencias de significado especial para el difunto, comidas que la persona disfrutaría en la tierra, flores, canciones, velas, sus santos favoritos y claro, Nuestra Señora y el Crucifijo. Sin embargo, algunas personas creen erróneamente que estos altares son creados para adorar a los difuntos, lo cual no lo son.
Según las creencias indígenas, estos altares del Día de los Muertos representan la esperanza viviente que sus seres amados difuntos regresarán del más allá por lo menos un día al año en comunión con sus familiares. En los cementerios, las iglesias y en sus hogares, la gente recuerda a sus seres queridos en vida. Lo hacen con comida, música, alegría y risas, y la centralidad de esta reunión es que no se olvida a sus seres queridos. El Día de los Muertos es por consiguiente la celebración de la vida en el más allá.
Dándole un enfoque Eucarístico a esta celebración, considero que los altares que se colocan en el Día de los Muertos contienen cuatro elementos Eucarísticos. Tienen un altar, la presencia, la comunión y la vida del más allá. De cierta manera, los Católicos celebran estos mismos cuatro elementos en la Misa diaria.
El Altar
El altar para nosotros es la Cruz de Nuestro Señor, así como la mesa de Cristo, a la cual se invita el Pueblo de Dios. (Ver Catecismo de la Iglesia Católica N°.1182.) De manera que, al reunirse para hacer un altar para sus seres queridos para el Día de los Muertos para encontrarse con sus seres queridos, el altar para nosotros es un encuentro sagrado con Dios en nuestra Misa diaria.
La Presencia
En el Día de los Muertos, las personas esperan este día para recordar a sus familiares difuntos. Aguardan con paciencia y se preparan para su presencia espiritual. Para nosotros en el sacrificio de la Misa, el memorial es la remembranza, el hacer viva la verdadera presencia eterna de Dios en su cuerpo, sangre, alma y divinidad de Dios en el misterio pascual. El único y verdadero sacrificio de la Cruz. Según nos indica el Catecismo de la Iglesia Católica, “Es el memorial de Cristo, de su vida, su muerte, su Resurrección y su intercesión en presencia de su Padre.” (CCC#1341) Por lo tanto, es la verdadera presencia de la Eucaristía que Dios vive entre nosotros.
Comunión
De cierta manera, la celebración del Día de los Muertos es una comunión imperfecta del mundo visible con el mundo invisible, los perecidos y los vivientes. Es un puente que transciende tiempo y espacio, es la añoranza por la vida eterna, es la esperanza que nos espera un lugar mejor. Sin embargo, para nosotros, la verdadera comunión que tenemos es con Nuestro Señor. Es a través de él y en él que estamos unidos, visibles e invisibles. Es el triunfo de los redentados y la máxima unión del creador con sus creados. Citemos de nuevo el Catecismo, “La Eucaristía es el signo eficaz y causa sublime de la comunión en la vida divina y la unidad con el Pueblo de Dios por el cual persevera la Iglesia…” y “por la celebración de la Eucaristía nos unimos ya con la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna, cuando Dios será todo en todo.” (CCC 1325, 1326)
El Más Allá
La centralidad de la celebración del Día de los Muertos aspira a una vida mejor después de la muerte. La gente cree que sus seres queridos, en cierta manera, están en un lugar mejor que quienes estamos en la tierra. Piensan que sus familiares están felices, dichosos, libres de enfermedad, etc. Lo que al final de cuentas apunta a nuestra creencia Católica de la visión beatífica en la que veremos a Dios como él es. Para nosotros, Jesucristo prometió algo mejor. Vivirá en nosotros y enjugará toda lágrima de nuestros ojos: “El enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado.” (Ap. 21:4) Esta es la esencia de nuestra vida eterna. La invitación a compartir en el banquete eterno del Cordero Pascual en el nuevo Jerusalén.
En suma, el altar, la presencia, la comunión y la vida del más allá, cuatro elementos Eucarísticos en los cuales podemos meditar de esta celebración. Cada vez que admire un altar del Día de los Muertos, medite sobre estos elementos pascuales. Espero que a través de esta celebración cultural, se haga más Eucarístico.