WASHINGTON (CNS) — La “gravedad” de la persistente pandemia de COVID-19 y “la falta de disponibilidad de vacunas alternativas” son razones “suficientemente serias” para aceptar las vacunas Pfizer/ BioNTech y Moderna, expresaron los presidentes de los Comités de Doctrina y Pro-vida de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos el 14 de diciembre.
“Recibir la vacuna COVID-19 debe entenderse como un acto de caridad hacia los demás miembros de nuestra comunidad”, expusieron. “De esta forma, vacunarse de forma segura contra el COVID-19 debe ser considerado un acto de amor al prójimo y parte de nuestra responsabilidad moral por el bien común”.
Los obispos hablaron de las preocupaciones morales planteadas por el hecho de que las vacunas Pfizer y Moderna tienen alguna conexión con líneas celulares que se originaron con tejido extraído de abortos.
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Sin embargo, esta conexión con las líneas celulares moralmente comprometidas es tan remota, y la situación de salud pública es demasiado grave para rechazar las vacunas, dijeron el obispo Kevin C. Rhoades de Fort Wayne-South Bend, Indiana, presidente del Comité de Doctrina de la USCCB, y el arzobispo Joseph F. Naumann de Kansas City, Kansas, presidente del Comité de Actividades Pro-Vida.
En la tarde del 11 de diciembre, la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés) aprobó el uso de emergencia de la vacuna Pfizer, y se espera la aprobación de la vacuna Moderna la semana del 14 de diciembre. Las empresas de transporte UPS y FedEx comenzaron a enviar las dosis a todo el país el 12 de diciembre, con los primeros envíos llegando a sus destinos el 14 de diciembre.
Cada estado tiene un plan de distribución para administrar las vacunas. Las pautas nacionales exigen que los trabajadores de salud y los que se encuentran en hogares de ancianos e instalaciones de atención a largo plazo sean los primeros en la fila para vacunarse.
El 8 de diciembre, la revista médica The Lancet informó que cuatro pruebas clínicas de una tercera vacuna — desarrollada por la Universidad de Oxford y AstraZeneca — “parecen tener una eficacia moderada en la prevención de enfermedades sintomáticas, y pueden reducir significativamente la hospitalización por la enfermedad”. Se espera que AstraZeneca solicite a la FDA el uso de emergencia de su vacuna en las próximas semanas.
El obispo Rhoades y el arzobispo Naumann dijeron que encontraron que la vacuna AstraZeneca estaba “más comprometida moralmente” y concluyeron que esta vacuna “debería evitarse” si hay otras alternativas disponibles.
“Puede resultar, sin embargo, que uno realmente no tiene otra opción de vacuna, al menos, no sin un largo retraso en la inmunización, lo cual puede tener graves consecuencias para la salud de uno y la salud de los demás”, afirmaron los dos prelados. “En tal caso … estaría permitido aceptar la vacuna AstraZeneca”.
vacunarse de forma segura contra el COVID-19 debe ser considerado un acto de amor al prójimo y parte de nuestra responsabilidad moral por el bien común
Poco después de que Pfizer y Moderna anunciaran el 11 y el 16 de noviembre, respectivamente, que sus vacunas tenían una eficacia del 95 por ciento contra el COVID-19, detractores afirmaron que las vacunas se habían producido utilizando células de fetos abortados, lo que generó confusión sobre “la permisibilidad moral” de usar estas vacunas.
El obispo Rhoades y el arzobispo Naumann abordaron este tema en un memorando del 23 de noviembre a sus compañeros obispos, y lo abordaron nuevamente en una declaración de 2,400 palabras el 12 de diciembre. En el primer memo, señalaron que algunos estaban “afirmando que, si una vacuna está conectada de alguna manera con líneas celulares contaminadas, entonces es inmoral vacunarse con ellas. Esta es una descripción inexacta de la enseñanza moral católica”.
En su nueva y extensa declaración, los dos presidentes de estos comités aclararon que tales líneas celulares se derivaron de muestras de tejido tomadas de fetos abortados en las décadas de 1960 y 1970 y se han cultivado en laboratorios de todo el mundo desde entonces.
“Es importante señalar que la fabricación de la vacuna contra la rubéola — o la (fabricación) de las nuevas vacunas COVID-19 — no involucra células extraídas directamente del cuerpo de un niño abortado”, dijeron el obispo Rhoades y el arzobispo Naumann. “Las células extraídas de dos abortos en la década de 1960 se replicaron en un laboratorio para producir dos líneas celulares que pueden reproducirse una y otra vez, de forma indefinida”.
“Para producir la vacuna contra la rubéola, las células de estas líneas celulares se estimulan para producir los químicos necesarios para la vacuna”, explicaron. “No es como si la fabricación de la vacuna requiriera cada vez más células de más abortos”.
Los presidentes de estos dos comités dijeron que el Vaticano, a través de la Congregación para la Doctrina de la Fe y la Pontificia Academia para la Vida, “ha ofrecido orientación sobre la cuestión de si es moralmente aceptable recibir una vacuna que ha sido creada con el uso de líneas celulares comprometidas”.
Tanto la congregación como la academia “enfatizan la obligación moral de hacer el bien”, señalaron, “y al hacer esto, distanciarse lo más posible del acto inmoral de alguien más, como el aborto, para evitar la cooperación con acciones malvadas y así evitar escándalo, lo que podría suceder si las acciones de uno fuesen percibidas por otras personas como ignorar o minimizar la maldad de la acción”.
“Nuestro amor al prójimo debe llevarnos a evitar el escándalo, pero no podemos dejar de cumplir obligaciones serias como la prevención de infecciones mortales y la propagación del contagio entre los vulnerables solo para evitar la presencia este escándalo”, dijeron los dos prelados.
Al mismo tiempo, los obispos también advirtieron a los católicos contra la complacencia sobre la cuestión moral del aborto y las cuestiones éticas que rodean el desarrollo de algunas vacunas.
“Aunque inmunizarnos a nosotros y a nuestras familias contra el COVID-19 con las nuevas vacunas es moralmente permisible y puede ser un acto de amor propio y de caridad hacia los demás, no debemos permitir que se oculte la naturaleza gravemente inmoral del aborto”, expresaron el obispo Rhoades y el arzobispo Naumann.
“Es cierto que uno puede recibir beneficios de una acción maligna (que ocurrió) en el pasado sin haber tenido la intención de esa acción o sin haberla aprobado. Sin embargo, la asociación con la acción maligna que viene con recibir beneficios de esa acción maligna puede tener una influencia corruptora en la percepción de la acción maligna, lo que dificulta reconocerla como maligna”, explicaron.
“Uno podría volverse insensible a la naturaleza gravemente malvada de esa acción. Uno podría volverse complaciente con esa acción e ignorar la obligación de hacer lo posible para oponerse a esta acción malvada”, expusieron, y agregaron que otros podrían ver “la aceptación de los beneficios por parte de uno” a esta acción maligna “y sentir que la acción no es realmente mala, sentir menos urgencia” para oponerse a ese mal, “o incluso perder oportunidades para hacer lo posible” para oponerse a esta acción.
“Debemos estar en guardia para que las nuevas vacunas COVID-19 no nos desensibilicen ni debiliten nuestra determinación de oponernos al mal del aborto en sí y al uso posterior de células fetales en la investigación”, dijeron el obispo Rhoades y el arzobispo Naumann.