CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — La oficina doctrinal del Vaticano comunicó que cuando no hay vacunas alternativas disponibles, es moralmente aceptable recibir vacunas COVID-19 desarrolladas o testeadas utilizando líneas celulares originadas de fetos abortados.
Sin embargo, “el uso lícito de tales vacunas no implica — ni debe implicar de ninguna manera — que exista un respaldo moral al uso de líneas celulares provenientes de fetos abortados”, expresó la Congregación para la Doctrina de la Fe.
“Por lo tanto, se exhorta tanto a las compañías farmacéuticas como a las agencias de salud gubernamentales producir, aprobar, distribuir, y ofrecer vacunas éticamente aceptables que no creen problemas de conciencia ni para los proveedores de atención médica ni para las personas que se vacunarán”, agregó en una nota publicada el 21 de diciembre.
La “Nota sobre la moralidad del uso de algunas vacunas anti-COVID-19″ fue revisada por el papa Francisco el 17 de diciembre y él ordenó su publicación, dijo la oficina doctrinal.
A medida que se van distribuyendo las vacunas contra el nuevo coronavirus que causa el COVID-19 en algunas partes del mundo, la oficina doctrinal expuso que ha estado recibiendo solicitudes de orientación sobre el uso de vacunas que, “en el curso de su investigación y producción, emplearon líneas celulares extraídas de tejido obtenido de dos abortos ocurridos en el último siglo”.
Las “diversas declaraciones — y en ocasiones contradictorias — de obispos, asociaciones católicas, y expertos en los medios de comunicación han hecho que surjan preguntas sobre la moralidad del uso de estas vacunas”, dijo la congregación.
Si bien ya existen algunas notas e instrucciones de la oficina doctrinal y de la Pontificia Academia para la Vida sobre las vacunas preparadas a partir de tales líneas celulares, señaló, “esta congregación desea ofrecer algunas indicaciones para aclarar este asunto”.
La Iglesia Católica enseña que existen diferentes grados de responsabilidad de cooperación con el mal. Eso significa que la responsabilidad de quienes toman la decisión de utilizar líneas celulares de origen ilícito no es la misma de quienes “no tienen voz en tal decisión”, dijo la oficina doctrinal, citando de su documento de instrucción de 2008, “Dignitas Personae”.
“Cuando no se dispone de vacunas COVID-19 éticamente irreprochables — por ejemplo, en países donde las vacunas sin problemas éticos no están disponibles para médicos y pacientes o donde su distribución es más difícil debido a condiciones especiales de almacenamiento y transporte, o cuando se utilizan varios tipos de vacunas distribuidas en el mismo país, pero las autoridades sanitarias no permiten que los ciudadanos elijan la vacuna con la que se inocularán — es moralmente aceptable recibir vacunas COVID-19 que hayan utilizado líneas celulares de fetos abortados en su proceso de investigación y producción”, escribió la congregación doctrinal en otra nota.
El uso de estas vacunas es moralmente lícito cuando la “cooperación pasiva” al mal del aborto, “de donde se originan estas líneas celulares, es, por parte de quienes hacen uso de las vacunas resultantes, remota”.
“El deber moral de evitar esta cooperación pasiva no es obligatorio si existe un peligro grave, como la propagación incontenible de un agente patológico grave; en este caso, la propagación pandémica del virus SARS-CoV-2 que causa COVID-19”, decía.
Por lo tanto, en tal caso, “todas las vacunas reconocidas como clínicamente seguras y efectivas pueden usarse en conciencia con el conocimiento seguro de que el uso de tales vacunas no constituye una cooperación formal con el aborto”, expuso la nota.
Sin embargo, la congregación doctrinal enfatizó que “el uso moralmente lícito de este tipo de vacunas, en estas condiciones particulares que hacen que sea así, no constituye en sí una legitimación, ni siquiera indirecta, de la práctica del aborto, y necesariamente asume la oposición a esta práctica por parte de quienes hacen uso de estas vacunas”.
La congregación repitió el llamado del Vaticano a compañías farmacéuticas y agencias gubernamentales a producir, aprobar, y distribuir vacunas éticamente aceptables, es decir, sin usar líneas celulares moralmente comprometidas.
La oficina doctrinal también dijo que “la vacunación no es, por regla general, una obligación moral y que, por lo tanto, debe ser voluntaria”.
Desde un punto de vista ético, “la moralidad de la vacunación depende no solo del deber de proteger la salud propia, sino también del deber de perseguir el bien común”, agregó.
Si no hay otros medios para detener o prevenir una epidemia, dijo la congregación, “el bien común puede recomendar la vacunación, especialmente para proteger a los más débiles y expuestos”.
Quienes deseen, por “razones de conciencia”, rechazar las vacunas producidas con líneas celulares de fetos abortados, “deben hacer todo lo posible para evitar, por otros medios profilácticos y comportamientos adecuados, convertirse en vehículos de transmisión” del virus.
Ellos deben evitar poner en riesgo la salud de quienes no pueden ser vacunados por razones médicas o de otro tipo y que son los más vulnerables, dijo.
Por último, la congregación dijo que es “un imperativo moral para la industria farmacéutica, los gobiernos y las organizaciones internacionales garantizar que las vacunas, que son efectivas y seguras desde el punto de vista médico, así como éticamente aceptables, también sean accesibles para los países más pobres de una manera que no sea costosa para ellos”.
De lo contrario, esta falta de acceso se convertiría en un signo más de discriminación e injusticia “que condena a los países pobres a seguir viviendo en la pobreza sanitaria, económica, y social”.